Pequeña, marrón y aparentemente inofensiva, la linaza —o semilla de lino— guarda dentro de sí un arsenal nutricional que ha sobrevivido milenios sin necesidad de campañas publicitarias. Hoy, en la era del exceso y las dietas exprés, vuelve a ocupar titulares por méritos propios, pero, ¿cuáles son los beneficios de la semilla de linaza (lino)?
Según información de Mayo Clinic, esta semilla ancestral se ha consolidado como un complemento dietético altamente recomendado gracias a su impacto positivo en distintas funciones corporales, desde el sistema digestivo hasta el cardiovascular.
Originaria de Medio Oriente, la linaza ha sido utilizada desde hace más de 6,000 años por civilizaciones que intuían —sin saberlo— sus propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y su riqueza en ácidos grasos omega-3. Su fama moderna no viene de modas, sino de evidencia: es rica en fibra, lignanos, proteína vegetal y grasas saludables, todo en una sola cucharada.
Esta popularidad también se debe a su versatilidad en la cocina y a su papel protagónico en muchas dietas vegetarianas y veganas.
A continuación, 10 beneficios comprobados por la ciencia:
La linaza contiene fibra insoluble que aumenta el volumen de las heces y mejora el ritmo intestinal, y fibra soluble que forma un gel que alimenta bacterias beneficiosas. Esta doble acción la convierte en un remedio natural para el estreñimiento crónico.
Según la Biblioteca de Medicina de los Estados Unidos, también actúa como prebiótico, promoviendo un microbioma intestinal saludable, base de una buena inmunidad y metabolismo.
Para aprovechar al máximo sus propiedades, se recomienda consumir la linaza molida y no entera, ya que el cuerpo no puede digerir la semilla completa. Algunas formas prácticas incluyen:
Evita calentarla excesivamente, porque el calor puede degradar los omega-3. Además, bebe suficiente agua para evitar obstrucciones intestinales.
Aunque es natural, no es para todos. Las personas con problemas intestinales graves, como diverticulitis activa o síndrome de colon irritable severo, deben consultar con un médico.
También deben tener precaución quienes toman anticoagulantes o medicamentos para el control de glucosa, debido a posibles interacciones.
En embarazadas, aunque no hay pruebas concluyentes de daño, lo más recomendable es consumirla con moderación y bajo supervisión médica.