Vivimos rodeados de pantallas, mensajes y promesas de bienestar. Tenemos acceso a información infinita, productos en un clic y formas instantáneas de distracción. Y sin embargo, nunca habíamos hablado tanto de ansiedad, depresión o sensación de vacío. ¿Cómo puede una sociedad con tantos recursos emocionales y materiales sentirse tan insatisfecha?
El psicoanalista Manuel Contreras propone una respuesta que va más allá de la medicina y la neurociencia. En su más reciente libro Actualidad del psicoanálisis —y durante una conversación con Excélsior— explica que el malestar contemporáneo tiene una raíz más profunda: la pérdida del deseo.
El fenómeno pivote de todas las manifestaciones psíquicas es la angustia”, afirma. Y esa angustia, dice, nace cuando ya no sentimos que algo nos falta.
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Sigmund Freud, fundador del psicoanálisis, sostenía que el ser humano se mueve por una tensión constante: el deseo de algo que no tiene. Deseamos amar, saber, crear, tener… pero sobre todo, deseamos lo que nos falta. Esa carencia, lejos de ser un problema, es lo que da sentido a la vida.
El psicoanalista Manuel Contreras lo explica así: “Cuando ya no me hace falta nada, cuando lo tengo todo, entonces ¿para qué vivo?”.
En otras palabras, cuando desaparece la “falta” también se extingue el deseo, y con él, la motivación que nos impulsa a vivir.
Hoy, esa falta parece haber sido reemplazada por la promesa del consumo: un nuevo teléfono, un viaje, una relación perfecta o un cuerpo ideal.
Vivimos en una vorágine donde lo que importa es tener, no desear. Y cuando obtenemos eso que queríamos, el deseo se apaga”, señala el especialista.
En el siglo XXI, el deseo fue sustituido por la inmediatez. Queremos sentirnos bien rápido, sanar rápido, entender rápido. Y en esa búsqueda constante de satisfacción inmediata, nos volvemos incapaces de sostener el vacío.
El psicoanálisis describe este fenómeno como un intento de llenar la falta con objetos: el nuevo celular, la ropa, el reconocimiento en redes. Pero esos estímulos solo calman el malestar por un instante. Luego, vuelve el vacío, acompañado de una sensación de fracaso.
Cuando no podemos tener todo lo que nos dicen que deberíamos tener, aparece la depresión. Es la frustración del deseo en una sociedad donde se promete la felicidad constante”, dice Contreras.
Este ciclo —deseo, consumo, aburrimiento, vacío— es lo que el filósofo francés Gilles Lipovetsky llamó la era del vacío. Y aunque el término no proviene del psicoanálisis, dialoga con su lógica: la falta de sentido aparece cuando todo se convierte en objeto de consumo, incluso los vínculos afectivos.
El malestar actual no siempre se manifiesta como tristeza profunda. A veces es apatía, insomnio, irritabilidad o cansancio constante. Es la imposibilidad de disfrutar lo que se tiene, porque nada parece suficiente.
Para Contreras, este fenómeno tiene también una dimensión social. La cultura de la inmediatez ha reducido el lenguaje, la introspección y el tiempo para escucharse a uno mismo.
El habla se está empobreciendo; se reduce al signo, ya no al significado”, comenta. Es decir, hablamos mucho, pero comunicamos poco.
En redes sociales, esa saturación de mensajes y estímulos refuerza la sensación de vacío. Cuanto más se intenta “llenar” con contenido, más evidente se vuelve la falta.
Volver a desear
El psicoanálisis no ofrece soluciones rápidas ni recetas, pero invita a un gesto esencial: reconocer lo que nos falta.
Aceptar el vacío no como un enemigo, sino como el punto de partida del deseo.
Freud decía que la salud mental no consiste en eliminar la angustia, sino en poder darle sentido. Y en esa línea, Contreras concluye que el propósito no es huir del malestar, sino entenderlo.
2025-11-04T17:19:56ZLa ética del psicoanálisis está fundada en el deseo —no el deseo carnal, sino el deseo de vivir—. Cuando eso se pierde, surge el vacío”.